miércoles, 1 de agosto de 2012

ADIOS CORCOVADO: 13 DE JUNIO DE 2012



Una vez más, y ya perdí la cuenta de las veces que lo he hecho en este viaje, vuelvo a meter las cosas en mi mochila. Ya está todo preparado, esta tarde sale mi avión que me llevará de vuelta a mi país, a casa, tras nueve meses y dos días de viaje, unos 277 amaneceres y atardeceres de aventura, y las sensaciones se entremezclan, casi en la misma dirección en la que he viajado, libre.

Pero antes de partir, este camino recorrido me esperaba con una última maravilla, el Cristo Corcovado que lo observa todo desde las alturas de esta fantástica ciudad, Rio de Janeiro, que me aguarda para más adelante.


Un trenecito te sube hasta mitad de camino por el que continuas con unas furgonetas, pero de esta forma te pierdes una buena panorámica desde otro de los cerros para poder ver el Cristo desde una perspectiva distinta y alejada. Así que decidí contratar una excursión, que al final te cuesta el mismo dinero, pero te van parando en distintos puntos para ver la majestuosa estatua desde diferentes ángulos. Además así puedes saludar a pequeños habitantes con mucho pelo, que están atentos a todo lo que puedan agarrar.


Una vez que llegas a la montaña del Cristo Corcovado una de las siete maravillas del planeta (para mí la cuarta que visito), aprecias la grandiosidad y el tamaño de la figura: enorme, perfecta, blanca, proporcionada, inmaculada, sobria, equilibrada…y las vistas que se tienen desde los miradores, que es buena parte del pastel y la guinda de la maravilla. Sientes Río a tus pies, con todos sus morros, playas, islas, montes, barrios, favelas, y el atlántico bañándolo todo, aderezado con el sol brasileño.



Muchos visitantes. Últimas conversaciones con viajeros. Esto se acaba… Queda volver al hostel, comer, y partir hacia el aeropuerto, partir a casa con ganas de sentir a tu familia y amigos, de pisar la tierra dónde naciste y alberga miles de recuerdos, más de los que te ha proporcionado este viaje, pero con tristeza de finalizar algo bueno, una experiencia única hasta este momento en mi vida, pero con la esperanza de que se vuelva a repetir, para seguir abriendo los ojos al mundo, a ti mismo y cultivando tu alma y espíritu de esta forma tan especial de hacerlo, caminando por el mundo y compartiendo todo lo que tienes por dentro y por fuera.


            Última mirada al Cristo de las alturas. Adiós corcovado, nos veremos algún día, como a todos los amigos y lugares que dejé atrás…

             Fotos del Cristo Corcovado AQUI

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