Una vez
más, y ya perdí la cuenta de las veces que lo he hecho en este viaje, vuelvo a
meter las cosas en mi mochila. Ya está todo preparado, esta tarde sale mi avión
que me llevará de vuelta a mi país, a casa, tras nueve meses y dos días de
viaje, unos 277 amaneceres y atardeceres de aventura, y las sensaciones se
entremezclan, casi en la misma dirección en la que he viajado, libre.
Pero antes
de partir, este camino recorrido me esperaba con una última maravilla, el
Cristo Corcovado que lo observa todo desde las alturas de esta fantástica
ciudad, Rio de Janeiro, que me aguarda para más adelante.
Un
trenecito te sube hasta mitad de camino por el que continuas con unas
furgonetas, pero de esta forma te pierdes una buena panorámica desde otro de
los cerros para poder ver el Cristo desde una perspectiva distinta y alejada.
Así que decidí contratar una excursión, que al final te cuesta el mismo dinero,
pero te van parando en distintos puntos para ver la majestuosa estatua desde
diferentes ángulos. Además así puedes saludar a pequeños habitantes con mucho
pelo, que están atentos a todo lo que puedan agarrar.
Una vez
que llegas a la montaña del Cristo Corcovado una de las siete maravillas del
planeta (para mí la cuarta que visito), aprecias la grandiosidad y el tamaño de
la figura: enorme, perfecta, blanca, proporcionada, inmaculada, sobria,
equilibrada…y las vistas que se tienen desde los miradores, que es buena parte del
pastel y la guinda de la maravilla. Sientes Río a tus pies, con todos sus
morros, playas, islas, montes, barrios, favelas, y el atlántico bañándolo todo,
aderezado con el sol brasileño.
Muchos
visitantes. Últimas conversaciones con viajeros. Esto se acaba… Queda volver al
hostel, comer, y partir hacia el aeropuerto, partir a casa con ganas de sentir
a tu familia y amigos, de pisar la tierra dónde naciste y alberga miles de
recuerdos, más de los que te ha proporcionado este viaje, pero con tristeza de
finalizar algo bueno, una experiencia única hasta este momento en mi vida, pero
con la esperanza de que se vuelva a repetir, para seguir abriendo los ojos al
mundo, a ti mismo y cultivando tu alma y espíritu de esta forma tan especial de
hacerlo, caminando por el mundo y compartiendo todo lo que tienes por dentro y
por fuera.
Última
mirada al Cristo de las alturas. Adiós corcovado, nos veremos algún día, como a
todos los amigos y lugares que dejé atrás…
Fotos del Cristo Corcovado AQUI
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