Fundado en 1985 por
disputas con el territorio con Chile. Rodeado de montañas bellas con imponentes
paredes graníticas, como el Cerro Torre o el Fitz Roy en plena cordillera
andina. Bañado por las aguas del lago Viedma, y en pleno corazón del Parque Nacional
de los Glaciares, El Chaltén, es una visita en el sur de la Patagonia que no
defrauda, y en mi opinión, mucho mejor que Calafate que se lleva la fama y la
lana.
Con semejante contexto las caminatas de entre 4 y 6 horas,
por cierto gratuitas, te llevan a parajes perdidos y solitarios, que te
permiten disfrutar de torrentes de agua cristalina y pura dónde llenar tu
botella. Bosques de cuento de hadas, en
los que es fácil imaginar duendes y otros pequeños seres, y escuchar el
movimiento de las hojas y el crujir de las ramas de los árboles ancianos. Ver a
los pájaros carpinteros taladrar cada tronco incesantemente para extraer la larva que los alimenta. Llegar al fin del mundo, con lagos helados, viento con sabor
a glaciar y montañas que se elevan hasta las nubes y no te dejan ver sus
cumbres. El silencio tiene personalidad propia. Todo esto aquí, es posible.
Tierra
hostil: frío, viento y nieve, pero que belleza, tranquilidad y sosiego. La
energía del planeta está en cada hoja, cada tronco. En el mismo viento, en el silencio, en el
agua, las nubes, las montañas o el cielo…
Tiempo
de caminar, de sentir el aire puro, el más puro que he respirado. Tan puro que
duele cuando pasa por tu garganta y llena tus pulmones inflando tu pecho. Que
sano! Tiempo de reencuentro en el calor del hostel, con los maños, Elías y
Teresa, esta vez premeditado, con una taza de caldo y un guiso de pollo entre las manos. Tiempo de perderme sólo por las montañas y pensar
en el Pirineo que me espera en casa. Tiempo de seguir disfrutando y sentirme
afortunado.
Fotos de El Chaltén AQUÍ
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