Llevaba
algunas semanas experimentando las sensaciones que tienes al caminar a
determinada altura. Algo de dolor de cabeza, sobre aliento y fatiga al dar dos
pasos. Masticar hoja de coca y algún ibuprofeno fue suficiente al llegar a
Cuzco hace unas semanas. Me adapté rápido a la altura, y mi condición física,
aunque no es la mejor de toda mi vida, me hace adaptarme con rapidez a los
esfuerzos continuados. Había llegado el momento de probarme un poco más, de
subir una montaña de 6088 metros, el Huayna Potosí.
Los
que me conocéis, sabéis que soy una persona deportista. Desde los nueve años he
practicado un deporte de competición de forma más o menos seria, es decir
,nadando casi todos los días de mi vida en torno a dos horas o más, incluso
hubo una época que me dedicaba a esto con exclusividad. Eso sí, si me identifico
con un medio es el acuático, las montañas siempre las he visto de lejos. Las
pocas experiencias que he tenido en montaña, han sido con mi gran compañero y
amigo Hugo Biarge (gran montañero y mejor persona) y algunas con Jorge Rincón
(aunque hayas sido padre, me voy a poner las pilas con el monte, prometido!) .
Vamos que se pueden contar con los dedos de una mano.
En
esta vida dicen que hay que hacer tres grandes cosas:
1. Escribir un libro. Quizás salga
uno de este blog.
2. Plantar un pino. Ya lo hizo
junto con mi abuelo en Montiel hace años
3. Subir una montaña. Vamos allá…
Para
empezar decir que aquí subir un 6000 es más sencillo que en otros lugares. No
digo que sea fácil, estamos hablando de subir por encima de seis kilómetros de
altura sobre el nivel del mar, pero a nivel logístico tienes ciertas
facilidades que no tienes en otros lugares, quizás en el Himalaya, no lo se…La
Paz se encuentra a 3800 y con el 4x4 puedes llegar a 4500, que es dónde
comienzas a caminar. La empresa que te lleva te proporciona todo lo necesario,
y llevas un guía para cada dos personas, en mi caso, llevaba un guía para mi
sólo.
El
primer día caminas desde 4700 metros hasta un refugio, donde haces noche,
situado a 5100. Es un recorrido, sencillo de dos horas. Mi estado de forma es
bueno, porque llego hasta el refugio en 1 h. y 30 min. Llego cansado, se nota
la altura, pero mi rendimiento es bueno. Empiezo a pensar en la cima que veo
desde el refugio.
En
un refugio a esa altura no tienes mucho que hacer, hablas con otros montañeros,
descansas, y comes para estar fuerte al día siguiente. Si todo va bien, a las
12 o 1 am, te levantas. Es noche cerrada. Las condiciones de la nieve son mucho
más estables de noche. Te equipas con todo el equipo, el piolet, los crampones
y el frontal.
No
he dormido muy bien, lo que comí unas horas antes no para de darme vueltas en
el estómago, tengo ganas de vomitar y me duele la cabeza. Dudo si salir a
caminar, me encuentro mal, pero hago un esfuerzo, me equipo, y comienzo la ruta
acordado a mi guía. No desayuno nada, mi cuerpo me pide expulsar todo lo que
tengo en mi sistema digestivo.
Comienzo
a caminar, son las 1h 30min. Hace frío y la noche está estrellada, que bonito
es el cielo y que cerca estoy de él. Cada paso hacia arriba es un nuevo límite
superado. A lo lejos se ve el resplandor de
La Paz. Todo está en calma.
El
ritmo del grupo es suave, ligero, por un par de horas pienso que lo voy a
conseguir, quiero llegar a la cima. Es el tiempo que me dura la ilusión por
conseguirlo. Mi estómago se viene abajo, me encuentro cada vez peor, y a los 5700
metros de altura encuentro mi límite, y decido volver al refugio, sintiéndome
fatal física y mentalmente.
La
montaña sigue esperando, no pude con ella esta vez. Frustrado por no
conseguirlo y satisfecho por intentarlo. Prometí volver algún día, no sé si lo
haré, pero habrá otras montañas, eso seguro.
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