De las 7
maravillas del mundo natural cuatro se encuentran en Asia, una en África y dos
en Sudamérica. Mi visita a Iguazú supone tachar una en la lista. Habrá que
plantearse un viaje a Asia en el futuro para visitar la mayoría de ellas. En
cualquier caso, Perito Moreno, Gran Cañón del Colorado, Yosemite o algunas
playas de Hawaii o Costa Rica, son maravillas de la naturaleza que he visitado
en este viaje, y que perfectamente podrían ser una de las siete, y supongo que
como esto, mil rincones del planeta.
De Paraná,
acompañado por Walter, a Iguazú en bus. Unas 16 horas. Último destino
argentino, para posteriormente cruzar a Iguazú. Como viene siendo costumbre
viajamos de noche para avanzar mientras duermes y ahorrar tiempo y dinero.
Sobre las 10 am llegamos a Puerto de Iguazú, nos alojamos en el Hostel Marco
Polo Inn, justo enfrente de la terminal, por 55 pesos la noche con un excelente
desayuno incluido.
A las 11
ya estábamos en el colectivo que te lleva a la entrada del parque. Cuesta 10
pesos por trayecto, y la entrada para no argentinos 130 pesos.
Junio es
temporada baja, por lo que no había mucho visitante y así puedes disfrutar de
las vistas y diferentes cascadas sin aglomeraciones. El parque está muy bien
preparado con pasarelas y balcones que te acercan a las cascadas hasta casi
tocarlas.
Hay agua
por todos lados, y la vegetación es frondosa y selvática. Se pueden ver tucanes
y otras animales. Las vistas en todo momento son espectaculares, aunque hasta
este momento no entendía muy bien porque es una de las maravillas del mundo.
Cascadas hay por todos lados, sí, pero también hay en otros lugares. Debía
tener paciencia y seguir disfrutando y visitando todo el conjunto de cataratas
de Iguazú.
Una de las
actividades que puedes hacer en Iguazú, es hacer una excursión por el río en
unas barcazas, que te llevan contra corriente hasta algunas de las cascadas
hasta ponerte debajo, en el entorno de la Isla de San Martín. Te calas hasta
los huesos, pero es súper emocionante sentir como cae el agua sobre ti, y desaparecer
bajo el torrente de agua. Piensas que el agua vaporizada que emana la cascada
te va a tragar. Muy divertido y 100% recomendable.
Una vez
recorrido gran parte del parque, casi al atardecer fuimos a la garganta del diablo.
Casi 20 minutos de recorrido por pasarelas sobre el agua. Este río, el Iguazú
es enorme, después se convierte en el río Paraná. A lo lejos una nube de agua
se eleva a una veintena de metros sobre nuestras cabezas, no sé lo que nos
espera en el lugar al que nos dirigimos pero todo el mundo que nos cruzamos está
empapado.
Se escucha
el estruendo constante de la caída del agua, y algo se intuye a lo lejos.
Aceleramos el paso, queremos verlo de cerca. Cuando llegas al balcón que está
sobre la garganta del diablo, no podía creer lo que estaba viendo. Una masa de
agua inmensa a lo largo de 3 km de longitud y 80 metros de caída, precipitándose
al vació a menos de 50 metros de mis pies. No sabía si reír o llorar, ante
semejante espectáculo que ofrece la naturaleza en este lugar. Mi boca abierta,
mis manos sujetando mi cara y sintiendo el agua que flota en el ambiente en
todo tú ser. Sin duda alguna una de las cosas más bonitas y grandiosas que he
visto en mi vida.
Terminamos
la visita con un relajante paseo en canoa, por canales tranquilos y escondidos
de los caminos habituales de los visitantes, en el que poder apreciar la
vegetación y algunos animales.
Fotos de Iguazú AQUÍ
Al día
siguiente, llovía mucho así que decidimos no cruzar al lado brasileño de las
cataratas, desde dónde parece ser que las vistas son mejores, aunque estás más
lejos que en lado Argentino que como comentaba antes, estás literalmente sobre
la caída de agua.
Y llegó el
momento de cruzar a Brasil. Primero una despedida más, esta vez de mi querido
amigo Walter, que se quedaba en tierra mientras veía en su cara la tristeza o
melancolía de despedirse de alguien sin saber si lo verás algún día de nuevo.
Para mí las despedidas desde hace tiempo que son motivo de alegría, porque en
ese instante me vienen a la cabeza, los grandes momentos vividos con esa
persona, y pienso en la suerte de encontrar a alguien con la que has disfrutado
hasta ese momento, y probablemente lo seguirás haciendo. Quizás es una forma
demasiado optimista o positiva de ver las cosas, pero si no hubiera un
encuentro no podría haber despedida. Así que prefiero quedarme con lo positivo.
De Puerto
de Iguazú a la frontera, hay como unos 15 minutos en colectivo, 8 pesos. Te
bajas para sellar y el autobús público te espera para llevarte al lado
brasileño de la frontera que está a otros 10 minutos. Ahí te bajas y el bus
continúa, pero te dan un ticket para no tener que volver a pagar. Pasan cada 20
minutos. Así que me dirigí hacia la aduana. Eran las 4 pm, no cruzaba ni un
alma, el único viajero en toda lo frontera era yo, además estaba lloviendo
bastante.
No sé si sabíais
que desde el pasado dos de Abril los españoles debemos cumplir los mismos
requisitos para entrar en Brasil que los brasileños para entrar en España, que
son: billete de salida, lugar de alojamiento, y demostrar mediante justificante
de tarjeta de crédito que tienes 80 euros por día de estancia para gastar en el
país. Es el único país de Sudamérica que nos pide esto, en el resto entramos
como en casa, con el pasaporte y listo. Conforme he ido viajando más he ido
entendiendo menos el concepto de frontera, llegando a la conclusión de que no
debería haber fronteras. Cualquier ciudadano del planeta debidamente
documentado, es decir, con su pasaporte en vigor debería poder visitar cualquier
país de la Tierra. Después dentro de cada país mano dura con los delincuentes,
pero si yo no lo soy, como la mayoría de los habitantes de cada país del
planeta, libertad.
Con
todas estas ideas rondando mi cabeza, me situé en la ventanilla con mi
pasaporte en la mano. Esperando los problemas e inconvenientes de no cumplir
todos los requisitos, y ser español. No sabía cómo me las iba a arreglar para
pasar. Pero en seguida me di cuenta que no iba a haber ningún problema. La
chica de la aduana me sonrió como bienvenida mientras observaba mi pasaporte
español. Me pregunto cuántos días iba a estar en Brasil y si tenía vuelo de
salida. Le respondí tranquilamente y le devolví la sonrisa. Enseguida me puso
el sello para 90 días en Brasil. Vamos que no tuve ningún problema y el trato
fue excelente.
De
la frontera, a Foz de Iguazú y directo a la terminal para coger un bus a Florianópolis
y descubrir las mejores playas de Brasil para hacer surf. Estoy contento de
estar en Brasil, algo no planeado pero deseado. Es el país número doce que
visito en este viaje, mi pasaporte ya tiene seis hojas completas de sellos de
entrada y salida.
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