"Si yo te hubiera
de pagar, Sancho -respondió don Quijote-, conforme lo que merece la grandeza y
calidad deste remedio, el tesoro de Venecia, las minas del Potosí fueran poco
para pagarte; toma tú el tiento a lo que llevas mío, y pon el precio a cada
azote". Miguel de Cervantes Saavedra, “Don Quijote de la Mancha”
El cerro rico fue descubierto por los españoles en 1545.
En poco tiempo Potosí se convirtió en la ciudad más rica del planeta, por la
plata que se extraía de sus minas. En el siglo XVII su población era mayor que en
Sevilla, París o Londres, y la riqueza recorría sus calles, iglesias,
edificios, plazas y gentes. Dicen que incluso las herraduras de los caballos
eran de plata. Una serie de des avatares terminó con toda la opulencia, y eso
perdura hasta nuestros días.
Creo que no fui muy consciente, de que mi visita a Potosí
probablemente haya sido, recorrer uno de los lugares más importantes en la
historia y economía mundial.
El cerro rico, la máquina de hacer plata, sigue en
funcionamiento, también con la extracción de otros minerales. En la visita a la
mina, nos contaron el proceso para obtener la plata, también las condiciones de
trabajo de los mineros, el alcohol que beben (96 grados!!), porque mascan coca
todo el tiempo, su esperanza de vida…. El cerro rico está casi agotado,
calculan que en 10 o 15 años, se acabó.
Pero lo realmente interesante de esta visita, es que hoy
en día, en el año 2012, puedes visitar una mina activa, con las mismas
condiciones y algunos recursos técnicos más, que hace siglos. Es impresionante
recorrer esas galerías y adentrarte cientos de metros hacia las entrañas de la
montaña. Montaña de 4000 metros de altura, por lo que cada paso cuesta su
trabajo. Como todavía es una mina activa, mientras la recorres con otros
viajeros, puedes cruzarte con los mineros y ver cómo trabajan, esto seguramente
es algo que tampoco puedes hacer en ningún lugar del planeta.
Cuando llevas una hora dentro de la mina, ya has tenido
frío y calor sofocante, la humedad se ha metido en tus huesos, y el aire impuro
en tus pulmones, que junto con la altura merma todavía más tu capacidad. Tu
vista se acostumbra a la poca luz, pero sientes claustrofobia, ninguno de tus
sentidos funciona como en el exterior.
Es costumbre llevar a los mineros, refrescos, tabaco,
hoja de coca o dinamita. Son obsequios por invadir su intimidad laboral.
En la parte final de la visita te ofrecen, coger una
pala, descargar un vagón de minerales, y amontonar todas las piedras en un
rincón. En menos de un minuto sudas como cuando corres una hora. No quiero pensar
lo que tiene que ser trabajar 14 o 15 horas en esas condiciones, infrahumano.
Su esperanza de vida no supera los cincuenta años.
Después de tres horas de recorrido por la mina, sientes
un alivio inmenso cuando ves, a duras penas, la luz del día y respiras de nuevo
aire puro.
Esta
parada en el camino fue muy enriquecedora, última por tierras bolivianas de las
que me llevo muy buenos recuerdos, además de poder descubrir un país que observaba
en el mapa con insignificancia, y del que me voy con ganas de volver, con la
sensación, buena, de que queda mucho por descubrir en este “pobre” país de Latinoamérica.
Fotos de las minas de Potosí AQUÍ
No hay comentarios:
Publicar un comentario